
Es una perspectiva un tanto sombría, porque nos aboca a vivir en permanente incertidumbre, que solo puede aceptarse con estoicismo, ser invocada como el verdadero conocimiento -el que enseña que no se puede conocer nada- en un espíritu romántico o servirnos de asidero a las mordaces caricaturas para quien se arrogue otros caminos y ponga en cuestión precisamente que estemos transidos de nada y de nauseabunda búsqueda de infinito.
Sin embargo, hay lugares donde quienes creemos que hay realidades que tienen valor en sí mismas, que hay otra forma de conocer el mundo; los que humildemente sabemos que hay elementos válidos siempre, hemos empezado una carrera de fondo. La lucha no es ideológica, sino entre formas contrapuestas de entender el mundo. Estamos condenados o salvados a compartir nuestro destino. Pero por el porvenir de la humanidad, ojalá y el año que viene no sea solo un millón de personas el que se eche a la calle a testificar el valor de la vida de todos, también de los que están por venir. Ojalá y el año que viene haya una red fuerte de personas que estemos dispuestos a ayudar a quien esté en el trance de un embarazo difícil. Hay que seguir pisando fuerte, pero no solo las calles; esta vez hay que llegar a todos los rincones.

Por todo ello uníos a nosotros, la historia nos preguntará a todos qué es lo que hacíamos mientras estaba a punto de convertirse en un derecho que el lugar santo donde moramos 9 meses en el Edén de nuestra madre pueda ser el lugar donde acabáramos en una palangana hechos pedazos a golpe de bisturí. ¡Vivan las madres que nos parieron! ¡Eso sí que es coraje!
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