jueves, 19 de febrero de 2009

Toledo en sábado


Toledo, un sábado de invierno. Aunque los kilómetros castellanos no son más cortos que los de Levante, merece la pena pasar una tarde en Toledo. El rancio abolengo de sus callejones, la densidad de historia de cada uno de sus rincones, la evocación de un pasado intenso, son un marco magnífico para hacer realidad el sueño de rememorar y reverdecer. Las amistades han de cultivarse, como en verdad y justicia diría alguno de los clásicos. Y vive Dios que hubo de hacerse realidad hace ya casi quince días. Pasar una jornada con gentes con quienes uno se ha hecho persona es de ley. Y qué gozo comprobar cómo lo que nació y no se cultivó lo que se debió no ha muerto sino que día a día pervive y crece. Gracias a aquellos amigos que existen, con los que espero pronto volver a pasar una tarde de sábado. Quizá en primavera, quizá en la ciudad de Alfonso el Sabio.

Por cierto, las vistas del Alcázar desde el bello hospital de Santa Cruz, que son las del a imagen, son espectaculares. Como ejemplo.

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