martes, 8 de junio de 2010

Estilo de vida adolescente



Ayer mientras pedaleaba por Santa Pola me dio por pensar que se nos vende un estilo de vida que pide ensanchar la etapa de vida transitoria que llamamos adolescencia. La verdad es que ayer, mientras veía las caras de los alumnos que hacían sus declaraciones ante la alcachofa de la tele de turno para ilustrar la celebración de la Prueba de Acceso a la Universidad, conveníamos mi mujer y yo que es una edad poco afortunada. La cara dicen que es el espejo del alma, y ciertamente entre los adolescentes abundan los que tienen rostros y anatomías desproporcionadas. Por no decir de lo que hay en la azotea...

Vaya, que en el fondo un adolescente no sabe a ciencia cierta lo que quiere, aunque diga que lo quiere todo y que sed come el mundo... Que aunque parezca que lo tiene todo asumido, lo que le falta es experiencia y conocimiento cierto de las cosas. Le suele sobrar o bien arrogancia o bien miedos, pero no suele estar hecho.
Pero hoy en día hay elementos culturales de fondo que nos impulsan a no vencer esta etapa. Esto se hace por sus dos márgenes. A los niños se les impulsa a abandonar prematuramente las notas esenciales de la infancia, pues su inocencia y su fantasía son ahogados a base de consumo y picardías. Lo digo porque en nuestra España desde que comienzan su enseñanza secundaria con doce años -yo la empecé con catorce- se quema esta etapa de infancia tardía que tan buenos recuerdos da...

Pero a los adultos se les pide que permanezcan en este estado de indecisión y transición de modo permanente. A saber:

1. Se gusta la cultura actual más de la incertidumbre que de la respuesta ante las cuestiones trascendentes y centrales de la vida humana.

2. Se tiende a desconfiar de aquellos proyectos vitales que exijan posponer las satisfacciones y que incluso pidan sacrificios en favor de un valor superior al propio y momentáneo bienestar.

3. Los compromisos permanentes suelen hacerse muy complicados. Aunque en el fondo todos los necesitemos como el comer para ser en verdad personas. ¿O los hijos no prefieren que sus padres se quieran siempre?

4. Se fomenta el deseo como fuente de legitimidad, el derecho antes que el deber, la exigencia antes que la generosidad.

5. Se busca hacer creer que las frustraciones se pueden compensar con otras cosas, que no hace falta crecer interiormente para superarlas y para hacerse más fuerte ante las dificultades.

6. El culto a la juventud. No se puede parecer viejo. Hay que aparentar juventud, lozanía. Si no, pues hay que hacer dieta y operarse.

7. Se brinda una apariencia de individualidad, cuando en el fondo todo el mundo termina siendo muy parecido, pues los medios de comunicación y las campañas publicitarias se encargan de moldear nuestra mentalidad.

Habría que preguntarse si en verdad se puede tejer en una sociedad fuerte y solidaria, de hombres y mujeres valerosos, con estos mimbres. Yo lo dudo. Creo que habría que fomentar otro tipo de valores. Porque lo que está en juego es valiosísimo.

No sé, supongo que estas son una serie de ideas que habría que ponderar y desarrollar. Hoy solo hay tiempo para lanzarlas al ciberespacio y compartirlas con los lectores. Si es que hay alguno.

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