Domingo 26 de julio de 2009.Toca el periplo de las
Highlands. Cogiendo el coche en el aeropuerto, dos días por delante para hacer un montón de millas y para disfrutar de lo más específico de Escocia.
Subimos hacia Stirling, para poder visitar el
monumento nacional a William Wallace, donde nos llueve como sabe hacer aquí. Podemos detenernos en las aventuras y desventuras del héroe escocés y adivinar una gran perspectiva de la ciudad, pero llueve a mares en la cumbre, pero no se nos viene abajo el ánimo; es lo propio.
Tras comprarnos un mapa de carreteras empezamos a ascender, y la autopista deja paso a unas carreterillas con buen firme y curvas para aburrir al más pintado. Pronto cambia el paisaje, y los cientos de lagos nos hacen contemplar esas lade
ras verdes, esos torrentes, ese frescor...
Comemos en Fort William, las nubes no nos dejan ver el Ben Nevis, y luego dejamos para el día siguiente la visita al castillo
Eilean Donan , que según todas las postales que hemos visto merecerá mucho la pena. Por todo ello seguimos
Lago Ness arriba hasta que llegamos a Inverness, una ciudad pequeña pero agradable.
Allí hacemos noche, y al día siguiente sí que vamos al famoso castillo. ¡Precioso!
Nos toca volver por dónde hemos venido, pero preferimos dar un vistazo a Glasgow. El palizón de coche es morrocotudo. Las vistas a los lagos son preciosas: las 500 millas han merecido la pena. Por cierto: es la segunda vez que debía conducir al modo británico, y se me da bastante mejor que hace cinco años en el Sur de la isla... Hacer las cosas la segunda vez es mucho más sencillo.
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