
Desde que el capitán tiene claro que esta etapa es la última, las impresiones evolucionan. La tripulación, digo como siempre, anda revuelta.
Los que estamos cerrando un capítulo, porque seguimos fieles a nuestra vocación de entregar lo mejor para hacer justicia a lo más bello de nuestra profesión, que es mucho.
Los que permanecen a bordo, porque ven que el cuerpo de guardia, el núcleo sobre el que se apoyan para holgar y maldecir impunemente, les deja en un lugar menos comodón y puede que toque llegar a la hora y salir sin mirar el reloj...
Desde la materialización de la decisión, hay un punto de liberación que hace que me vea menos presionado para ser, comprobando un poco desde fuera que hemos hecho mucho más de lo que otros han merecido y esperado, y que dado esto han preferido desperdiciar en comidillas -cuando no en solapados y fútiles enfrentamientos- un capital humano muy propicio para su propio destino.
Pero bien saben los cielos que tanto hacer como deshacer no ha venido justificado por la esperanza de un reconocimiento, sino por aquello de obrar según exigen los rudimentos de un trabajo bien hecho, aun en medio de tantos condicionantes...
Queda cerrar definitivamente el capítulo, y hacerlo como se ha hecho el resto: buscando lo mejor de lo posible, lo que en estos tiempos de indiferencia y llantos es justo y necesario.