Se les llama desde que son conocidas como las Islas Afortunadas. Por algo será. Lo cierto es que son tremendamente sorprendentes. Y hablo de Tenerife y de la Gomera. Seguro que las demás también lo son. Seguro.
Viajamos de lunes a lunes, y ya dos días después siento este periplo como uno de los que son y serán especiales, porque la convivencia ha sido magnífica –viajar con gente excelente ayuda-, porque el entorno tiene algo especial. 
Poder pasar de lugares tan húmedos como el norte peninsular a espacios desérticos en menos de 50 kilómetros, cruzar literalmente las nubes empujadas y sujetas por los alisios, contemplar –aun de pasada y nadando en la casi completa ignorancia- plantas únicas en su gran parte, subir a la montaña más alta de España, pasear por bosques del Terciario, escuchar en directo música folklórica canaria, pasear por playas de arena negra... También ayuda, claro. En mi Cuenca había un lema para atraer turistas: “Cuenca es única”. Sí, vale, lo es. Pero es que las Canarias sí que lo son. ¡Menudo tesoro!
Convivir con personas que buscan agradar, que saben escuchar las necesidades de todos, que no temen renunciar al propio interés a favor del común, sacar el lado cómico de cada situación, y tantas otras virtudes que dejo en el recuerdo de los compañeros que tuve el honor de acompañar, se debe parece bastante a una convivencia genial.
Se nos ha quedado corta la semana, y aunque hay que vencer las perezas, las diferentes motivaciones, los impedimentos de no poder tener todo previsto, la experiencia ha sido magnífica.
Todos los que hayan experimentado que un viaje les ha mostrado la belleza de nuestra tierra de un modo espectacular, que hayan sentido que no se merece que esas grandes personas le acompañen, podrán entenderme.
Espero tener la gracia de poder volver a esas benditas tierras, que no son las mías, pero que son un regalo y un tesoro. También espero poder viajar con algunos de estos compañeros –el mismo grupo será difícil volver a montarlo-. Gracias a todos.
Viajamos de lunes a lunes, y ya dos días después siento este periplo como uno de los que son y serán especiales, porque la convivencia ha sido magnífica –viajar con gente excelente ayuda-, porque el entorno tiene algo especial. Poder pasar de lugares tan húmedos como el norte peninsular a espacios desérticos en menos de 50 kilómetros, cruzar literalmente las nubes empujadas y sujetas por los alisios, contemplar –aun de pasada y nadando en la casi completa ignorancia- plantas únicas en su gran parte, subir a la montaña más alta de España, pasear por bosques del Terciario, escuchar en directo música folklórica canaria, pasear por playas de arena negra... También ayuda, claro. En mi Cuenca había un lema para atraer turistas: “Cuenca es única”. Sí, vale, lo es. Pero es que las Canarias sí que lo son. ¡Menudo tesoro!Convivir con personas que buscan agradar, que saben escuchar las necesidades de todos, que no temen renunciar al propio interés a favor del común, sacar el lado cómico de cada situación, y tantas otras virtudes que dejo en el recuerdo de los compañeros que tuve el honor de acompañar, se debe parece bastante a una convivencia genial.
Se nos ha quedado corta la semana, y aunque hay que vencer las perezas, las diferentes motivaciones, los impedimentos de no poder tener todo previsto, la experiencia ha sido magnífica.
Todos los que hayan experimentado que un viaje les ha mostrado la belleza de nuestra tierra de un modo espectacular, que hayan sentido que no se merece que esas grandes personas le acompañen, podrán entenderme.
Espero tener la gracia de poder volver a esas benditas tierras, que no son las mías, pero que son un regalo y un tesoro. También espero poder viajar con algunos de estos compañeros –el mismo grupo será difícil volver a montarlo-. Gracias a todos.
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