domingo, 20 de abril de 2008

Una fiesta especial


Ayer sábado 19 de abril tuvo lugar una fiesta especial. Por iniciativa de dos compañeras de generación y localidad, Sonia y Elena, a quien deseo felicitar por su capacidad organizativa e ilusión, estábamos convocados todos los que compartimos infancia y colegio -como lugar de encuentro- en nuestro "lugar", Las Pedroñeras. De los 119, creo que estuvimos unos sesenta, cosa de mérito dadas las diferentes trayectorias que hemos seguido, así como imponderables varios.
Hay varias cosas que merecen la pena destacar:
* El cúmulo de sensaciones ha sido muy variado, pero no ha reinando la nostalgia; la impresión de ver compañeros y compañeras con los que hacía más de diez años que no había tenido contacto directo ha sido más que intensa. Quizás estábamos todos embebidos en dicha impresión y por eso se ha tratado de buscar puntos de encuentro que fueran algo más allá del 'qué tal' tan socorrido como iniciador de una breve plática coronada por sonrisas de sorpresa, de alegría sincera por escuchar hitos ya esenciales para las vidas de cada uno.
* Es inevitable la pregunta de si el paso del tiempo nos ha ido respetando, de si nos mantenemos en la brecha... Me resisto un poco a hacerlo, porque esa mirada implica la aplicación de patrones desconectados de las circunstancias y decisiones que ahora son desconocidas para mí. De todos modos, como es de esperar, hay de todo...
* El alcohol estropea un tanto las reflexiones y provoca muecas consabidas e impersonales. Pero aun con esto, hay experiencias que nos han configurado y que -vive Dios- nos pertenecen tanto que ha sido justo poder recordarlas y revivirlas del modo que solo el recuerdo compartido puede hacer... Acaso lejano, pero capaz de mover el ánimo.
Muy grata la experiencia, y aunque quizás no cumplamos esos compromisos algo atropellados por repetir y no dejar echar en el olvido lo que compartimos y podemos reemprender, sí que está claro que la fuerza del grito: "¡Viva la quinta del 77!" sonará ahora diferente en nuestros ánimos, porque en una noche en la que la lluvia regaba los campos de Las Pedroñeras, reeditamos nuestras identidades. Lástima por los que se lo perdieron.

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