La carta encíclica del nuevo romano pontífice –durante mucho tiempo veré a Juan Pablo II como el titular de la plaza de San Pedro- ha supuesto un gran hallazgo. Si bien es cierto que cuando en la tarde primaveral en la que fue elegido muchos creyeron que llegaba un integrista inflexible para regir los destinos de
Para quienes hemos hecho algún recorrido en la teología del siglo XX hemos encontrado a Ratzinger como una de las referencias insustituibles para saber de los temas esenciales de la fe cristiana y católica. Y pasó por el puesto más complicado de toda
El tema de la encíclica es el del título: que el corazón de la fe cristiana es haber creído en el amor de Dios revelado en Jesucristo. Y que esta vida nace no de la seducción ante una idea, sino de una experiencia de encuentro y de acogida personales.
Sigue con una interesante reflexión sobre el significado que le damos a la palabra y a la realidad del amor, buscando hacer notar la novedad de la perspectiva cristiana de esta humana realidad.
El amor se revela como la entraña y razón de ser de toda la oferta y la vida del cristiano. Eso es mucho decir.
Después hace un recorrido por la procelosa puesta en práctica. Para quien se vea interesado por una teología que no trata sino de exponer de forma ordenada, serena y sincera lo que
Quiero terminar esta entrada con un párrafo para pararse a pensar...
“El amor es una luz –en el fondo la única- que ilumina constantemente un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo: a esto quisiera invitar con esta encíclica.”
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