sábado, 8 de noviembre de 2008

La Mancha en otoño


Se me hacía casi necesario compartir una tarde de sábado pedaleando por los campos de mi pueblo. no solo porque hacía ya casi un par de meses que no lo hacía, sino porque el otoño en los campos manchegos es bellísimo. Los colores ocres, la soledad de los campos, los brotes tempranos que tapizan los caminos y senderos, las fragancias de las tierras de labranza removidas a fondo para extraer de ellas el jugo de vida, los charcos aquí y allá salpicando un horizonte amplio, lejano, casi infinito. El cielo profundamente azul, presidido por ese esquivo y perezoso sol que desciende vertiginosamente y que obliga a bajar piñones para no llegar a casa ya anocheciendo.
El viento fresco y puro, que endurece el rostro y deja claro que es el esfuerzo y no la suerte lo que hace avanzar, la conversación amable de quienes gozan unidos de una pasión común.
La nobleza mecánica de la máquina, que responde fiel a las travesuras provocadas por ese jugueteo casi infantil de serpentear buscando rutas antiguas o nuevas, todas ellas fantásticas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué gusto me da ver lo que escribes, yo que vivo tan lejos de esa belleza extendida que es La Mancha, como las sábanas recién planchadas que se colocan en una cama.
Luis Antonio