Leí ayer en un periódico profesional de educación, Escuela, un artículo de opinión que se titulaba como este post. Usando -como suelo- las ideas ajenas, aprovecho para mostrar un asunto de carácter general.
Se pueden ordenar las cosas mediante semáforos, es decir, marcando desde arriba-el administrador, el poder o el responsable- los comportamientos, prohibiendo otros.
Pero también se pueden ordenar las cosas mediante rotondas, poniendo unos carriles comunes, por los que el tráfico -entiéndase aquello que debe fluir, sea lo que sea- se autorregula si se respetan unas indicaciones básicas.
Esto sirve para muchos ámbitos, de los que quiero destacar dos:
* la economía: no se puede pretender regular todo, eso no funciona; pero sí se deben marcar las reglas, y dejar a la iniciativa de las personas.
* la forma de dirigir un grupo: controlarlo todo implica ser el gran inquisidor; ahora bien, con una forma de hacer que se establece, el resto lo hace cada miembro del grupo.
Como vemos a diario, hay menos riesgo de choques en los cruces regulados por rotondas -y en el caso de haberlos son menos graves- y el tráfico es más fluido. Me resulta interesante, la verdad.
El gato y la ciudad
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Nick Bradley
*El gato y la ciudad*
Traducción de Daniel Casado Rodríguez
Letras de Plata, 2023
*"A veces me da la sensación de que toda la ciudad es un org...
Hace 14 horas
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