viernes, 23 de octubre de 2009

Cultura de la vida

Vivimos en tiempos donde todo parece estar en cuestión. Comenzaba el gran Paul Ricoeur con aquello de los maestros de la sospecha, cifrando en esa tríada una crítica a la razón en su capacidad por alcanzar la verdad de las cosas. El relativismo nos enseña que la verdad no es sino una opinión más. Solo la ciencia experimental parece parecernos un oasis de conocimiento válido en un entresijo de oponiones que valen si las hacen valer los que hablan por los micrófonos que a su vez están puestos ahí por otros...

Es una perspectiva un tanto sombría, porque nos aboca a vivir en permanente incertidumbre, que solo puede aceptarse con estoicismo, ser invocada como el verdadero conocimiento -el que enseña que no se puede conocer nada- en un espíritu romántico o servirnos de asidero a las mordaces caricaturas para quien se arrogue otros caminos y ponga en cuestión precisamente que estemos transidos de nada y de nauseabunda búsqueda de infinito.

Sin embargo, hay lugares donde quienes creemos que hay realidades que tienen valor en sí mismas, que hay otra forma de conocer el mundo; los que humildemente sabemos que hay elementos válidos siempre, hemos empezado una carrera de fondo. La lucha no es ideológica, sino entre formas contrapuestas de entender el mundo. Estamos condenados o salvados a compartir nuestro destino. Pero por el porvenir de la humanidad, ojalá y el año que viene no sea solo un millón de personas el que se eche a la calle a testificar el valor de la vida de todos, también de los que están por venir. Ojalá y el año que viene haya una red fuerte de personas que estemos dispuestos a ayudar a quien esté en el trance de un embarazo difícil. Hay que seguir pisando fuerte, pero no solo las calles; esta vez hay que llegar a todos los rincones.

Por todo ello uníos a nosotros, la historia nos preguntará a todos qué es lo que hacíamos mientras estaba a punto de convertirse en un derecho que el lugar santo donde moramos 9 meses en el Edén de nuestra madre pueda ser el lugar donde acabáramos en una palangana hechos pedazos a golpe de bisturí. ¡Vivan las madres que nos parieron! ¡Eso sí que es coraje!

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