sábado, 28 de marzo de 2009

Más cultura de la vida


De un tiempo a esta parte se está volviendo a plantear un combate ideológico nada baladí. Cuestiones como las de la legalización del aborto de embriones humanos a través del proyecto de anteproyecto de ley o la tan traída y llevada cuestión de la legalización de la asistencia al suicidio son claros ejemplos. Más aún, el éxito mediático de la campaña que ha llevado a cabo la Conferencia Episcopal Española ha supuesto una reaparición de una cuestión esencial.

Son tiempos en los que la regla suprema comienza y termina en el deseo del individuo, lo que genera que el resto de realidades -animales, personas o cosas- o bien terminen siendo un límite a esta libertad individual o bien un instrumento para mi bienestar.

En el primer caso se convierten en una una amenaza, por lo que será legítimo eliminarlas. ¿Acaso no se plantea que para una mujer sería legítimamente moral eliminar a su hijo -dejárselo hacer- si decide no ser madre?
En el segundo caso, es justo y razonable usarlas tal y como me venga en gana...

¿Es así la naturaleza humana? Siento mucho vértigo si en verdad es así.

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