Ayer tocó cine, y ante la duda entre la comedia romántica con actrices y actores guapos y guión resultón y ciencia ficción avalada por Peter Jackson, nos fuimos a probar con el cine español... de ahora.
Bueno, y tocó una película en la que uno se encuentra con actores y actrices más cercanos -se nota que no están doblados-, y se trata de un cine más cercano, aunque con esa pátina gritona y medio aniñada que tienen casi todas las pelis españolas, sin esa elegancia anglosajona a la que de tanto ver cine estadounidense ya se está acostumbrado.
Ficha de la película. Daniel Sánchez Arévalo con cuenta una historia de carencias y excesos, usando para ello elementos tales como la gordura y los complejos que crea en quienes la presentan, el equilibrio personal -más bien su ausencia-, mostrando una concepción de la felicidad un tanto deseperante, como quimera alcanzada en momentos fugaces intercalados entre depresiones, complicados apaños familiares, mentiras que uno se cuenta a sí mismo, el daño que hace una integración inmadura del sentimiento de culpa, una dependencia compulsiva de una sexualidad desprovista de encuentro personal... En definitiva, historias humanas desenfrenadas, tamizadas en torno a una terapia en la que los personajes principales nos cuentan sus avatares biográficos, todos ellos trufados en una desconfianza sobre lo que los demás pueden aportar a la vida de los protagonistas. El final, un tanto regalado, parece enmendar la plana a todo el planteamiento anterior...
Para encontrarte con historias de personas en las que la mesura aparece en contadísimas ocasiones.
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