viernes, 29 de enero de 2010

Iniciativas

De un tiempo a esta parte se hace complicado explicitar el valor que tiene la expresión de los símbolos religiosos. Estando como estamos en vísperas del penúltimo estertor de nuestro amado gobierno, la ley sobre libertad religiosa, la que pretende extirpar minuciosamente lo que desde su parecer parece una intromisión de la opinión particular religiosa en la esfera pública, para no ofender a quienes se sientan ofendidos por la presencia de una cruz habitada por Jesucristo. He leído por ahí, sin dar muchas vueltas, entre pps que vienen y van y en algunos blogs a los que soy medianamente asiduo, que es ahora cuando hay que recordar lo que puede significar este símbolo y su presencia. Solo buscando un rato, como suele pasar, el material es inabarcable. Por ello me limito a acompañar a quienes se acerquen a este rincón virtual con una magnífica obra de arte, el crucificado de Giotto que hay colocado en el centro de Santa María Novella, en Florencia. Es sobrecogedora, pues el artista fue uno de los pioneros que trató de encarnar al Cristo, hacerlo parecer un verdadero hombre. Su sereno patetismo sugiere el dolor redentor, la esperanza de quien espera que su propio dolor es recogido por el mismo Dios para darle un sentido, para destruirlo como destino definitivo del hombre. La esperanza que da la fe en Cristo es semilla de una sociedad más humana.

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